No sabemos si el Gobierno alemán ha pedido discretamente a los cinco sabios que le aconsejan que analicen el caso francés, tal y como afirma la prensa más allá del Rin. Estos renombrados economistas lo han desmentido oficialmente, mientras que la canciller se limitó a contestar “Sin comentarios”, una extraña respuesta que da que pensar. Pero es igual. El mero hecho de que esta investigación parezca verosímil demuestra la inquietud de Berlín por su vecino. Una inquietud que, por otro lado, es lógica.
El primer reflejo de los franceses es, evidentemente, el de irritación. Que los alemanes se planteen darnos lecciones para reformar Francia nos resulta humillante y por su parte, un gesto altivo. Hace diez años, la República Federal era la enferma de Europa, siempre ha ido con retraso en la crisis de la eurozona e imaginamos que le sentarían bastante mal los consejos de París para enderezar su catastrófica demografía, por poner un ejemplo al azar. El segundo reflejo es darse cuenta de la dimensión de política interior de esta posible iniciativa. A los cinco sabios que hace poco criticaron algunas de las elecciones de Angela Merkel, les respondemos lo siguiente: hagan comparaciones y verán que nuestra política es la mejor.

Una mutación histórica formidable

Aunque son comprensibles, estas reacciones en caliente no ocultan lo fundamental: Alemania se preocupa por el estado de nuestra economía, por su estancamiento desde hace tres trimestres, por sus déficits y, sobre todo, por su dificultad para reaccionar e invertir la tendencia. Y tiene razón. Una única comparación es bestial. Según Eurostat, el último índice de paro registrado en Alemania se situó en el 5,4 %, en contraposición al 10,8 % de aquí. Pero la verdadera diferencia quizás estribe en otro aspecto: Francia, y parece que también François Hollande, aún cree que las dificultades actuales son temporales y que todo irá mejor en cuanto el ciclo económico tradicional se invierta, desde mediados de 2013 y en 2014. Desde hace tiempo, los alemanes han comprendido que lo que nosotros denominamos "crisis" es una mutación histórica formidable y se han dotado de los medios para enfrentarse a ella.
En realidad, no les necesitamos para saber que el informe Gallois [sobre la competitividad de la industria francesa] y el posterior plan gubernamental son los primeros pasos en la dirección correcta, pero únicamente se trata de los primeros pasos. No basta con dar un giro, sino que además hay que darlo rápido.